Onze Man in Paraguay (6)

Vamos a ver!
Parece que Paraguay no es un país imaginario. Existe realmente porque yo estoy viviendo acá. Un año atrás estaba sentado en la vereda del bar Lido viendo por primera vez el izamiento de la bandera. Me imaginé en un cartoon de Tintin o en una operetta de Franz Lehár.
La misma sensación tuve cuando vi el palacio presidencial por primera vez. Parece haberse escapado de una postal.
La fachada da al río, pero los invitados oficiales se cuelan por la parte trasera en la calle del Paraguayo independiente. El césped presidencial tiene la pisada prohibida, porque hay posibilidades de que el helicóptero presidencial aterrice. En 12 meses no he tenido la suerte de verlo.
A mi perro Jagua admito que su nombre es muy original, y también el de Gata, mi gata - le encanta juguetear en el jardín prohibido.
Cada manana, antes del amanecer Jagua y yo caminamos hacia el palacio que empieza a emerger de la niebla. Jagua se emociona cuando llamo al ascensor desde el noveno piso de mi edificio en la calle Oliva. Siempre hace pipí y popó en la vereda del templo masón ubicado frente a mi departamento (no hay nada personal). Después nos dirigimos a la panadería de Michael Bock. No soy alemán pero a veces siento nostalgia y saudade cuando miro, babeando, los Mandelbrezel, Apfelkuchen y Schwarzwälder.
Pero bueno.
Los guardias del palacio no se cansan de prevenirme del peligro de la Chacarita, pintoresco vecindario. Es sorprendente. Casi todas las noches me termino una botella de Brahma, o dos, en Los 4 Hermanos, despensa que sobrevive con la venta de cerveza y caña.
Me siento como en casa viendo a los vecinos que juegan al volley en los descansos de sus rondas de cerveza .
Jagua ha hecho muchos amigos en la Chacarita. Le encanta hacer el tonto con los chanchos que husmean el pasto presidencial. Me pregunto si sabe que en realidad sus amigos rosados no son perros. Parece no importarle. Le podría haber llamado Kure. Jagua es luqueno y tiene algo con los chanchos. Le gusta morder sus colas y patas, especialmente los de la Fiambreria Alemana no. 2 en la calle Montevideo.
Nunca en mi vida he visto chanchos husmeando el jardín del Jefe de Gobierno. No en Tailandia, tampoco en Tajikistan, ni siquiera en Zimbabwe. Solo en Paraguay. No sé si la ciudad está en el bosque, o el bosque en la ciudad escribió el poeta Eloy Farina Nunez. Tampoco lo saben los chanchos. Chanchos sin fronteras.
Conquistador